Mi querida hija, el día que me
veas vieja, te pido por favor que tengas paciencia, pero sobre todo trata de
entenderme. Si cuando hablamos, repito lo mismo mil veces, no me interrumpas
para decirme “eso ya me lo contaste” solamente escúchame por favor.
Y recordar los tiempos en que
eras niña y yo te leía la misma historia, noche tras noche hasta que te
quedabas dormida. Cuando no me quiera bañar, no me regañes y por favor no
trates de avergonzarme, solamente recuerda las veces que yo tuve que
perseguirte con miles de excusas para que te bañaras cuando eras niña.
Cuando veas mi ignorancia ante la
nueva tecnología, dame el tiempo necesario para aprender, y por favor no hagas
esos ojos ni esas caras de desesperada. Recuerda mi querida, que yo te enseñé a
hacer muchas cosas como comer apropiadamente, vestirte y peinarte por ti misma
y como confrontar y lidiar con la vida.
El día que notes que me estoy
volviendo vieja, por favor, ten paciencia conmigo y sobre todo trata de
entenderme.
Si ocasionalmente pierdo la memoria o el hilo de la conversación,
dame el tiempo necesario para recordar y si no puedo, no te pongas nerviosa,
impaciente o arrogante. Solamente ten presente en tu corazón que lo más
importante para mí es estar contigo y que me escuches.
Y cuando mis cansadas y viejas
piernas, no me dejen caminar como antes, dame tu mano, de la misma manera que
yo te las ofrecí cuando diste tus primero pasos. Cuando estos días vengan, no
te debes sentir triste o incompetente de verme así, sólo te pido que estés
conmigo, que trates de entenderme y ayudarme mientras llego al final de mi vida
con amor.
Y con gran cariño por el regalo
de tiempo y vida, que tuvimos la dicha de compartir juntas, te lo agradeceré.
Con una enorme sonrisa y con el inmenso amor que siempre te he tenido, sólo
quiero decirte que te amo, mi querida hija.
Via Guillermo Peña
Nenhum comentário:
Postar um comentário